Cuando el banquete se hizo presente y las conversaciones ausentes

Domingo al mediodía, reunión familiar. El mantel, los cubiertos, y los comensales forman el panorama perfecto para disfrutar del encuentro en torno a esa deliciosa comida argentina, tan típica que es el asado…

“¡Bueno, salud!” dice uno de los comensales mientras elevaba la copa medio llena de vino y al unísono respondía el resto “Salud”, como si fuera parte de un ritual que estaba por comenzar. Ensaladas, carnes rojas, vino tinto y otras bebidas formaban el retrato perfecto de un típico almuerzo dominguero bien argentino.

De repente, un comensal se hizo presente, y comenzó a hablar….se tratraba de EL SILENCIO.

Al principio, EL SILENCIO se manifestó tímido, susurraba como el viento, bajito, casi ni se escuchaba…lo tapan los ruidos de las copas chocando con algún otro vaso, con los cubiertos que cortaban la carne con el ruido de la masticación y hasta algunos comentarios triviales sobre el clima, la política, las mascotas…

De repente, comenzó a acaparar la atención de todos, mientras bocado a bocado de carne y copa a copa de abundante vino se iban disfrutando.

EL SILENCIO, ya entrado en confianza, COMENZÓ A HABLAR CADA VEZ MÁS FUERTE. Se hizo notar que estaba presente, e impetuoso como él solo, hizo callar a todos…hasta su fuerza hizo que algunos de los comensales bajaran la vista y evitaran mirar a otros comensales.

De repente, EL SILENCIO, no aguantó más y por primera vez comenzó a expresar lo que le VENÍA SUCEDIENDO DURANTE AÑOS en cada encuentro que asistía los domingos al mediodía: Estaba harto de ser el centro de atención y que nadie lo interrumpiera, el quería sentir la calidez de una conversación profunda entre los presentes, quería ESCUCHAR palabras pronunciadas con cariño, quería sentir el amor de los otros …anhelaba el SONIDO de las conversaciones estimulantes, interesantes, donde se produce el ENCUENTRO CON OTRO…EL SILENCIO comenzó a preguntarse “¿Qué hace que siempre hablé yo y no los otros”? “¿Qué necesito aprender para dar espacio a las CONVERSACIONES”? “¿Será que APAREZCO porque no me atrevo a ESCUCHAR lo que le pasa a los otros?” “¿Cuándo yo hablo que espacio para el encuentro doy a los demás?” “¿Qué hace que todo gire en torno mío?” “¿Qué CONVERSACIONES estoy necesitando dar lugar?”

Este escenario que me ha tocado participar tantas veces y que se hizo presente muchas veces en distintos ámbitos de mi vida y que hoy tomo registro, quizás sea lo que sucede en el ámbito de una pareja, en el encuentro con amigos, en un café o con nosotros mismos… me lleva a preguntarme ¿Qué hace que el centro de la atención sea EL SILENCIO reinante y no el disfrute de UNA CONVERSACIÓN exquisita? ¿Qué estamos necesitando para re-conectarnos con nosotros mismos e ir al encuentro con otro?

Me da tristeza y a la vez siento la distancia y el frío gélido que corre por mis venas cuando presencio ámbitos donde una comida, un café, un paseo, una mascota, una vestimenta, un chismorreo de algo que paso en el vecindario sea el eje principal del encuentro con otro ¿Dónde quedó el lugar de la comunicación a través de la miradas? ¿Qué es lo que lleva a que el celular acapare cada espacio en el que estamos con otro? ¿Qué necesitamos para estar presentes en el presente?